sábado, 25 de diciembre de 2021


No podés imaginar cuántas veces escribí esta entrada. Cuántas veces la comencé y luego la borré. Cuánto pensé -y no dejo de hacer hasta ahora- qué escribirte y cómo hacerlo. ¿Cómo te explico?

No sé... simplemente no sé hacerlo. No tengo las respuestas. Por eso elijo escribir esta vez como salga; sin hacer revisiones, sin correcciones... sencillamente será lo que siento.

No te diré que ha sido un año difícil, porque si miro para atrás no veo más dificultades que otros períodos. Pero llegué a la conclusión que ha sido, o está siendo, el final de un recorrido. A ver si encuentro las palabras...

Imaginá un choque. Impactás con algo o algo impacta contra vos. Después del aturdimiento inicial, mirás alrededor y ves que todo continua igual. Vos estás aparentemente igual. Te movés, caminás, respirás como siempre; como lo hacías unos minutos antes. Pero no, no estás igual. Nada lo es.

Dicen que después de un accidente personas muy heridas siguen en pie y realizan acciones inimaginables en esas condiciones... dicen que la adrenalina los mantiene así. El problema viene cuando ese efecto se pasa y todo empieza a derrumbarse.

Soy una persona a la que no le gusta perder el control; que no soporta los "mientras...", los "veremos..."; mucho menos la incertidumbre. Y ya sé, me dirás que la vida es eso, es "no saber", que todo puede suceder en un instante, que la única certeza es la muerte porque ninguno es inmortal y bla bla bla... me conozco esos tópicos, yo misma los dije y repetí miles de veces. Pero no me alcanzan, no me serenan, no le bastan a esta cabecita demasiado racional. Entonces me dirás de tener fé... pero desafortunadamente no funciona, lo intenté, pero no hay caso. Hace mucho tiempo que dejé de creer en algo que vaya más allá del verbo, de la acción, del gesto humano. Porque sí, en eso aún creo; porque eso me ha mantenido en pie cuando estuve a punto de caer, porque eso me ayudó a juntar los fragmentos para recomponerme una vez más.

En eso creo, en el amor incondicional de un compañero de ruta, de una hija, de un hermano, de una entera familia; en las palabras de una amiga a la distancia que me la hacen sentir tan, tan cerca que podría hasta abrazarla; en los gestos de esa amiga que no espera que la invite o le pida ayuda y simplemente está, porque sabe que necesito esa mano en el hombro aún si nunca fuera capaz de admitirlo -mucho menos de pedirlo-... en ellos creo, en todos y cada uno de ellos.

Y por eso quiero darles las gracias, darte las gracias a vos de todo corazón...



















...y tantos más que seguramente me estoy olvidando en estos momentos,
pero que también agradezco que estén ahí y aún lean lo que por aquí dejo.

Un beso y lo mejor para cada uno de ustedes,
para VOS que estás leyendo.

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