miércoles, 10 de julio de 2024

"La casa de papel"

Volvamos a jugar al poliladron

Antes que comiences a leer esta reseña, por así llamarla, quiero que sepas que se me pudo haber ‘escapado’ algún que otro spoiler.

Era el año 2017 cuando vi los avances de una nueva serie televisiva española que, de ahí a poco sería transmitida por la plataforma Netflix. Esta serie, creada por Álex Pina, estaba filmada y producida al mejor estilo americano que, como todos sabemos, son los reyes indiscutidos en esto. Así fue que inicié el primer capítulo, muy curiosa y con mucho entusiasmo. Allí me encontré con actores que, en lo personal, nunca había visto... pero vayamos por partes.

Todo inicia con un simple hombre. Uno que, según mi opinión, cualquiera de nosotros podríamos conocer o haber cruzado en nuestra vida. A este personaje lo llamaremos como el Profesor, y es interpretado por un muy creíble Álvaro Morte. El verdadero nombre del Profesor es Sergio Marquina y, para describirlo en pocas palabras, es un muy inteligente jugador de ajedrez. Es un hábil estratega, capaz de predecir con muchísima anticipación cada movimento del adversario; y será el encargado de reunir al grupo que realizará el atraco más grande de la historia de España... asaltarán la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

A la primera que reclutará es a Úrsula Corberó en la piel de Silene Oliveira. Una ladrona al mejor estilo Nikita; ágil, fría, calculadora, que no se confía de nadie. Ella será también la voz en off de toda la serie, quien irá relatando pensamientos y sentimientos de cada uno de los protagonistas. Es por el modo en que ella conocerá al Profesor, que no meterá en discusión ni a él ni a sus reglas. Las dos principales de estas reglas del Profesor serán: ninguno debía saber el verdadero nombre de sus integrantes, y no podían relacionarse entre ellos. Es por éstas que a Silene la conoceremos como Tokio. Luego aparecerán Paco Tous y Jaime Lorente, en los roles de padre e hijo respectivamente. Ambos son ladrones, pero el padre, Moscú, será imprescindible para el plan, ya que es un ex-minero; y, aunque su requisito fue que el hijo, Denver, hiciera parte del grupo, al final tal vez se arrepienta de esta decisión. La otra mujer del grupo será nada más y nada menos que Alba Flores (me bastó verla y oírla para saber que era la única hija del recordado Antonio Flores, por ende, venía de una estirpe de artistas). Ella interpretará a Ágata Jiménez, o mejor dicho Nairobi, una experta falsaría que, como se imaginarán, será también una pieza clave del grupo. De todos modos, no nos olvidemos que estamos en la era de la tecnología; y, para lo que proyectaba el Profesor, necesitaba sí o sí un hacker. Para este papel se recurrió a un jovensísimo Miguel Herrán, el cual mereció el premio Goya como “Actor revelación” por su trabajo como Aníbal Cortés, alias Río. Si bien la parte de ‘inteligencia’ estaba cubierta, también se necesitaría la ‘fuerza’, y para ello se unieron al grupo dos soldados serbios, veteranos de la guerra de Yugoslavia. Dimitri Mostovói, Oslo y Yashin Dasayév, Helsinki; interpretados por Roberto García Ruiz y Darko Peric respectivamente (este último es realmente de nacionalidad serbia). Obviamente el atraco que estaban por realizar no era sencillo; el Profesor, cerebro del grupo, estaría fuera del edificio, por lo que tendría que dejar el comando de toda la operación en las manos de alguien de su entera confianza: su hermano. Pedro Alonso será Andrés de Fonollosa, Berlín; y que, para mi gusto, ha sido una de las mejores interpretaciones de la serie, un personaje bastante ambiguo, que se amaba y odiaba a partes iguales.

Así se formó el grupo de ‘malos’, que tan malos no eran después de todo, ya que en ningún momento han querido dañar a alguien. Se diría que son unos ladrones al mejor estilo Robin Hood si se quiere; o no, porque en realidad ellos no robarían nada sino que ‘fabricarían’ su propio botín. Y en esto se enfrentarán a unos agentes de policía también bastante particulares.

El atraco inicia con una toma de rehenes, por lo cual es imperativo llamar a alguien que sea capaz de negociar, que sepa mucho de psicología. Y es ahí que llega Itziar Ituño en la piel de la inspectora Raquel Murillo. Ésta trabaja junto a su fiel compañero, el vice inspector Ángel Rubio, interpretado por Fernando Soto; y ambos se enfrentarán a un muy autoritario Juan Fernández en el papel del coronel Alfonso Pietro. Y es aquí, en la interacción de todos estos personajes tan heterogéneos, donde encuentro los primeros ‘problemas’.

El primero es que todos los integrantes de la banda de ladrones -quien más, quien menos-, parecen tener una personalidad bordeline. El mismo Profesor pasa de ser un excelente estratega, a un hombre tan enamorado que se le pasa por alto las transgresiones a sus propias reglas, para ir detrás de su amada. Y ésta no es otra que la inspectora encargada de apresarlo; que siendo experta en psicología, no es capaz de resolver su situación personal: está aún atada a un ex-marido violento y manipulador, lo cual hace mella no sólo en su trabajo sino en su vida actual, creando un vacío afectivo que parece rellenar con el primero de turno. Ni siquiera los que se presentan como los ‘criminales profesionales’ se salvan, ya que de un momento a otro pasan a ser los novatos más improvisados; el culto y refinado gentleman que está al mando de las operaciones dentro el edificio, se convierte en un perverso psicópata; la fría y calculadora soldado, en una adolescente en plena explosión hormonal; y así todos. Hasta los mismos rehenes son un manojo de contradicciones, porque tratar de explicar con el síndrome de Estocolmo, el que una mujer herida de bala, a punto de morir, veinticuatro horas después de esto, tenga sexo salvaje con aquel que le ha disparado es, a cuanto menos, de locos. Sin contar con algunos detalles que dejan pensando que robar en instituciones de este tipo, sea una excursión a Disneyland.

De todas formas, reafirmo el hecho que esta serie me gustó, y te diría de verla sin dudas. Lo que sí, no busques la perfección; tómala así como te digo en el título, vuelve a jugar al poliladron.